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Los espacios que habitamos con frecuencia, cómo por ejemplo nuestras casas, suelen ser reflejos de nosotros mismos. Interactuamos con ellos en un diálogo silencioso, memorizan nuestros movimientos, se adaptan a nuestra lógica.
Guardan nuestros bienes, momentos, recuerdos, cargan con nuestra personalidad y cobijan futuros venires.
Según antiguas culturas orientales, el espacio y su orden pueden influir de manera indirecta en nuestro orden mental y equilibrio; por lo que es necesario cuidar el entorno que nos cobija.
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